Si hay una flor por excelencia que define el día de los enamorados ésta es, sin duda alguna, la rosa. Cuenta la mitología clásica que fue creada por la diosa Cibeles para hacer competencia frente a la belleza de Afrodita, reina del amor.
Al margen de las muchas leyendas que han surgido en torno a la rosa a lo largo de la historia, lo que está claro es que su belleza es indescriptible. De ahí que sea uno de los regalos más recurrentes en San Valentín, sobre todo las rosas rojas. Como bien se suele decir…¡para gustos los colores!
Aunque la flor que más se compra el 14 de febrero es la rosa roja, casi un 80% del total, en los últimos años muchos se han animado a cambiar su color por el blanco, como símbolo de pureza, el amarillo para resaltar la alegría, la azul para la armonía, rosa para la confianza y el cariño…
Si bien las rosas tienen una vida limitada, con unos pequeños trucos podemos hacer que se conserven de la mejor manera posible durante más tiempo.
- Corta el tallo, sesgado siempre. Es decir, de forma diagonal.
- Cambia el agua del jarrón todos los días. Importante que el agua esté fría.
- Para favorecer que la flor se mantenga fresca, hay que hidratarla todos los días com pequeñas pulverizaciones de agua.
- Como sucede con cualquier planta de interior, es importante que no pongamos el jarrón cerca de ventanas y puertas para evitar las corrientes de aire, así como de los radiadores. Tampoco conviene que las flores reciban directamente los rayos de sol.
Y por último, pero quizás el mejor consejo que se puede dar…¡¡trata a las rosas con el mismo cariño con el que te las regalaron!!!